Por Arturo Ríos
Al tabaco ya lo fumaban nuestros antepasados, los nativos lo llamaron Yetl, o Picietl, en la zona Náhuatl, y los mayas lo llamaban Kuots.
Entre los naturales, el tabaco era aprovechado como planta aromática, la hoja seca la fumaban en hermosas pipas de barro, mezclado con aromas como el liquidámbar que lo hacía más exquisito. Asimismo, se frotaba en músculos lastimados y golpes. curaba asombrosamente.
El primer testimonio ilustrado de una persona fumando se encontró en un relieve en el interior de un templo de la ciudad de Palenque.
Por otro lado, se conoce que dos miembros de la expedición de Cristóbal Colón, llamados Rodrigo de Xerez y Luis de Torres, encontraron el tabaco entre el 2 y el 5 de noviembre de 1492, en Gibara a orillas del río Caunzu, en Cuba. Otros aseveran que fue descubierto por marinos de colón en Haití, que entonces se llamaba Tobago de donde se derivó el nombre: Tabaco.
Después la semilla fue llevada a España, en 1510, por Francisco Hernández de Toledo y otra versión es que el portador fue Fray Roberto Pane.
Los estudios indican que el tabaco, de España, pasó a Portugal y que el embajador francés en Lisboa, Juan Nicot, de este apellido se dice, derivó la palabra “Nicotina”, envió tabaco en polvo a Catalina de Médicis para combatir sus jaquecas en 1561.
A Inglaterra, llevó el nombre de la plantas, Sir Walter Raleigh el corsario que más tarde formó parte de la Corte, fue el colonizador de Carolina del Norte y que lo nombró Virginia, en el cual comprobó que los nativos cultivaban y fumaban tabaco. Del libro “Lo que México aportó al mundo” de Ramón Cruces Carvajal.